Si el Vía Crucis de las cofradías suele estar alejado de los parámetros meteorológicos que más gustan para un acto de culto externo, lo de este año ha sido aún peor.
Para empezar, toda la mañana estuvo cayendo agua y con ella llegaban también los más pesimistas augurios para la cofradía de San Gonzalo, cuyo titular, el Señor del Soberano Poder, iba a presidir el piadoso acto.
El Señor de San Gonzalo atraviesa con prisa la calle Alemanes camino de la Catedral |
A la hora de la salida (17h) seguía lloviendo y la sorpresa saltó cuando, poco antes de las siete, la junta de gobierno anunciaba que la imagen del Señor sería trasladada hasta la Catedral. Meteorología había informado de una tregua de al menos hora y media.
El itinerario de ida fue modificado, eludiendo el rodeo para pasar por el Postigo y yendo directamente por García de Vinuesa y Alemanes.
La comitiva se puso en marcha dos horas después de lo previsto (a las 19h) y, tras un gran esfuerzo que desembocó en una carrera sin precedentes (llegó al Baratillo a las 20h), apenas hora y media después las andas estaban justo ante la puerta de los Palos de la Catedral.
Con tanta prisa y el tiempo tan desapacible con frío, las calles mojadas y la amenaza de lluvia, el traslado resultó de todo menos lucido.
Eso sí, la magnífica imagen titular de San Gonzalo estuvo arropada por gran cantidad de público en todo momento, sobre las andas que el Señor de la Salud de los Gitanos no pudo estrenar en su día adornadas con tulipanes rojos. Llamaba poderosamente la atención la túnica oscura bordada hecha para la ocasión.
El ejercicio del Vía Crucis en el interior de la catedral fue solemne y al final del mismo se dirigió a los presentes el obispo auxiliar, Santiago Gómez Sierra, ya que el titular, Juan José Asenjo, había ido a las exequias fúnebres que a las 17 horas se habían celebrado en Guadix por el eterno descanso de Juan García Santacruz, obispo emérito de Guadix-Baza fallecido el sábado en Toledo.
Gómez Sierra animó a los sevillanos a que “todo el trabajo que se incrementa en estas fechas en las hermandades no se quede sólo en lo exterior sino que también cale en el interior, en el corazón, para entender el sufrimiento por amor de la Pasión del Cristo”.
También quiso lanzar una “exhortación a la unidad. Ahora, cada casa hermandad convoca muchos hermanos y debe haber unidad entre todos ellos y también entre todas las cofradías. Este es el signo de lo que la Iglesia tiene que ser: el fermento de unidad en esta sociedad en la que vivimos”.
Bien pasadas las diez de la noche, el Señor del Soberano Poder iniciaba el camino de regreso a San Gonzalo, con un ritmo más sosegado pero sin confiarse. De todas formas, los rostros se notaban más relajados que a la ida y así, se producían distendidas charlas como la que mantenía el hermano mayor, Juan Hernández, con sus compañeros de comitiva más próximos.
El público siguió en gran número a las andas hasta el Baratillo y el puente, aunque después ya quedaron los más íntimos.
Todos calificaban la arriesgada decisión de la junta de San Gonzalo de "valiente". Lógico. No cayó una gota.
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