Este cronista sólo puede responder a la
última pregunta, porque sucedió ayer, Miércoles Santo de 2013 y la que asumió
el papel de árbitro ante público indignado fue
la de los Panaderos.
La gente respondió así a la actitud de una
cofradía que entendió que no importaba que otra a la que obstaculizaba el paso
se mojara para que ella cumpliera su
afán de lucimiento particular.
Ayer, los Panaderos suspendió su estación de
penitencia por la lluvia cuando entraba en la Campana y volvió a su templo
parsimoniosamente por Martín Villa hacia arriba aprovechando un claro y dejando
a la Lanzada –con un camino más largo por delante– encerrada en la calle Cuna. No se dio la más mínima prisa en dejar
el camino libre para que los que esperaban pudieran bajar.
Hubo conato de los de San Martín de
interrumpir el cortejo de los de Orfila, enfrentamientos,
evidentes malos modos… Y como colofón, el abucheo.
Los Panaderos vuelve a ser protagonista
negativo de otro Miércoles Santo más por segundo año consecutivo pero, en
nuestra opinión, no se trata sólo de eso.
Hace
dos años (vamos a
remontarnos sólo ese tiempo) una cofradía hace amago de salir a la calle
mientras diluviaba y luego rectifica. Otra va más allá porque ¡sale bajo la
lluvia! dando muestra de algo más que insensatez.
El
año pasado el Lunes Santo
se llevó la palma, con dos cofradías que salieron a la calle a pesar de la
certeza de que llovería con el consiguiente sofocón cuando les cayó el
aguacero. Otra, despreciando de forma evidente a sus nazarenos salió sin sus
pasos porque podían peligrar y con una reliquia.
Y es que cada vez que parece que los comportamientos incoherentes de los
responsables de las cofradías han tocado techo surge algo peor, como lo
sucedido ayer.
El resto del Miércoles Santo de 2013: Tempranas
suspensiones de la Sed y San Bernardo avaladas por el agua que cayó a eso de
las tres de la tarde.
Suspensión del Buen Fin mientras el Carmen
salía y salida de todas las demás, aunque con esa tontería de las prórrogas, que se ha hecho tan habitual.
Primer
chaparrón poco después de las 10 de la noche, seguido de una lluvia constante, pero escasa que acabó por cesar. Ése
fue el que aceleró los pulsos llevando al Cristo de Burgos a paso de mudá a la
Catedral y al Baratillo a detener su marcha cuando salía de la misma. También
hizo que los Panaderos suspendiera su estación de penitencia, aunque, según se
pudo ver, con las pulsaciones no tan altas.
El chubasco que cayó después de las once fue
el que aportó un toque aún más
berlanguiano a lo que justo en ese momento pasaba en la esquina de Cuna y
Martín Villa.
La lluvia no pone en peligro el patrimonio
material y humano, frase hecha manida que ya harta oír. Pone de manifiesto el peligro de que esos patrimonios estén en
manos de quien están.