Su obra literaria y plástica es considerada precursora del humor blanco, negro, del absurdo y, en definitiva, del experimentalismo y la vanguardia. Allais es imprescindible para entender muchas de las tendencias transgresoras de la literatura y el arte que le siguieron a lo largo del siglo XX.
Considerado precursor de la literatura y el arte de vanguardia, Alphonse Allais es uno de los mayores humoristas de las letras modernas. Conocido como elasesino a gags por su humor negro, este escritor francés, padre de la escuela fumista -su propio ismo en el inicio de los ismos-, es uno de los artistas transgresores del fin de siglo parisino, de la bohemia del Barrio Latino y la colina de Montmartre, por los que no ha pasado el tiempo. Su obra, junto a la coetáneos y amigos como un Alfred Jarry o un Erik Satie, se lee hoy con el mismo sabor de alegría y escepticismo ante la modernidad.
El Captain Cap está entre lo mejor de este gran humorista de las letras modernas. Su obra literaria y plástica, considerada precursora del humor blanco, negro, del absurdo y, en definitiva, del experimentalismo y la vanguardia, es imprescindible para entender muchas de las tendencias transgresoras de la literatura y el arte que le siguieron a lo largo del siglo XX.
Con esta edición la editorial Berenice quiere reivindicar la obra de un autor que ha sido aclamado -y reclamado- por una larga y muy especial lista de valedores confesos: Alfred Jarry, Marcel Duchamp, René Magritte, Jean Cocteau, Queneau y Perec. Aquí en España es conocido sobre todo por su inclusión en la antología del humor negro de André Breton. Y, por salirnos de Francia, nada menos que Umberto Eco, lo considera como uno de los grandes maestros del relato en las letras universales.
En cuanto a esta especie de novela, escrita en periódicos y publicada como libro en 1902, es una sucesión de gags que narran las aventuras y mixtificaciones de un personaje que inmediatamente se hace tan desternillante como inolvidable, el Captain Cap, una mezcla de capitán de yate y aventurero anglo-americano que escruta la recién estrenada modernidad de las Exposiciones Universales de París con una receta de alegría y escepticismo que lo pone todo en evidencia.
Sus andanzas se inician con una broma electoral, que fue real, en la que el colega de Allais, Albert Caperon, se postuló, avalado por dicho autor y toda su camarilla bohemia de Montmratre, como "el Captain Cap" en las elecciones legislativas francesas de 1893 por el IX distrito de París. Presentaba un programa antieuropeo y antiburocrático que incluía soluciones tan brillante como la conversión de la plaza de Pigalle en puerto marítimo, la construcción de un fuerte y una plaza de toros en la colina de Montmartre, el restablecimiento del libertinaje con vistas a la repoblación o la supresión de la burocracia y de la Escuela de Bellas Artes.
Tras los honrosos 176 votos obtenidos, por cierto documentados en la Asamblea Nacional Francesa, Allais nos relata las hazañas de esta especie de superhéroe cotidiano y patafísico, experto en idear soluciones, inventos o cocktails, para cualquier dilema moral o problema de índole práctica: la solución al problema de los confetis mediante el reciclado, cualquier arreglo para su bicicleta y otras máquinas modernas, la nueva distribución territorial en Francia, miles de negocios raros, su propuesta para la Expo de fin de siglo de París o un sistema de boyas olfativas para evitar encallamientos en las costas.
Con una sabiduría y buenhacer aquilatados en una vida aventurera entre largos trayectos en su yate hacia tierras preferiblemente vírgenes y peligrosas correrías en el oeste de una barra americana, nuestros héroe encuentra soluciones a la economía moderna, a la casa moderna o a la guerra moderna. En este último caso nos recuerda al mejor Gila, especialmente en su original solución al problema de los Balcanes. Y todo ello con algún que otro correctivo a camareros con poco savoir-faire en la preparación de sus american drinks.
Aquí en España, quien se lea este libro se va a acordar inevitablemente de los mejor de los humoristas del 27 y la generación que desembocó más tarde en La Codorniz. Pero su obra ha sido poco visitada en España. Su figura ha sido ampliamente reivindicada por un crítico como Ángel González García, que lo considera fundamental en su monumental libro El resto.