Aún abatido por lo sucedido en el Porvenir,
el cronista de Sevilla Post, nazareno
del Señor de la Victoria, fue literalmente echado a las calles con el encargo
de hacer una crónica especial. Todos
saben ya las no salidas y la barbaridad de la Hiniesta, pero ¿cómo es descubrir
el Domingo de Ramos con treinta años de
retraso?
La primera sensación en la calle era de
tristeza. Domingo de Ramos es hablar de sol, luz y alegría y lo que se
respiraba en la ciudad era todo lo contrario. Claro que si fuera como debía,
ahora mismo no estaríais leyendo esto.
Además, particularmente reconozco cierto
despiste…
Decir que la Estrella salía y dirigirme a Triana fue todo uno. Quería ver al
Señor de las Penas con luz y –la cabra tira al monte– con la torre Pelli al fondo. Un puente
atestado de gente lo recibió con cariño y pudo comprobar la finura de un
misterio de otro tiempo con sus lirios morados. El palio… Mejor de noche.
El Señor de las Penas atraviesa el puente de Triana. Al fondo, la torre Pelli, |
El segundo objetivo era San Roque y, consecuencias del despiste de inexperto, una bulla me
condenó a verlo en el Duque. El
palio… Mejor de noche.
Con tiempo de sobra, en Conde Torrejón pude disfrutar del cadencioso andar de la Cruz de
Guía de San Juan de la Palma. Algo
me hizo estremecerme cuando vi a lo lejos las túnicas, blancas también pero tan
distintas… No sé, un punto de Amargura… ¡Claro! Eso debe ser.
Justo cuando trataba de ordenar mis
recuerdos sobre el Santo Entierro Grande de 2004 apareció el Silencio Blanco. Me pareció más humilde
que entonces y, tal vez por eso, más poderoso, tanto que hizo desaparecer el
palacio, los naranjos y a la mucha gente que allí había.
La luz estaba yéndose y la anochecida era de
primavera sevillana de libro: Ni
fresca ni lo contrario, sosegada tras la confusión de las horas previas, con el
aire limpio y perfumado. ¿Se podía estar más a gusto?
El palio apareció en el cuadro casi de
puntillas. Con Soleá dame la mano, la Virgen repartió dulzura entre los que
allí estábamos para, discretamente hermosa, seguir a su Hijo.
Pregunta contestada.
Con la preocupante
idea de estar pasando un buen
Domingo de Ramos y la noche ya cerrada, era la hora los palios. El de Gracia y Esperanza salía de la Catedral
y me regaló otro momento maravilloso cuando entró en la cuesta del Bacalao con A Ti
Manué.
La inexperiencia volvió a jugarme una mala
pasada, ya que me encontré con que la única que me quedaba, el Amor, estaba,
inacanzable, por Orfila y Cuna: “¿Qué hago? Uff. No tendré más días como éste…”
Nazarenos de la Paz abandonan el Porvenir tras suspenderse la estación de penitencia. |
Recordé que un amigo, habitual en las
mañanas del Porvenir, escolta con bocina a la Cruz de Guía de la Estrella y me
dispuse a ejercer de amigo del nazareno: ofrecimiento de
agua, algo de charla para distraerle… Otro buen rato, que se completó con dos nuevos
descubrimientos: hay más cofradías que atraviesan el Postigo el Domingo de
Ramos y la Plaza del Triunfo es más
Patrimonio de la Humanidad cuando pasa por allí la Estrella.
Sólo me quedaba el Amor, cuyo palio entraba
en esos momentos en la carrera oficial. Las bullas en los alrededores de la
cuesta del Bacalao podían ser tremendas (dúo
de Placentines), así que opté –aquí sí vale la experiencia– por tirar por
Alcazaba, Ángeles, Abades, y el final de Argote de Molina hasta llegar a la
Cuesta del Rosario. Viendo la que había allí liada, otro nuevo rodeo me dejó en
el Salvador, pero por la Plaza del Pan y Córdoba (la calle ;-) ). La Cruz de
Guía de la Amargura no tardó en aparecer en Villegas procedente de Francos y
enfiló Cuna con celeridad.
Era buen momento para tomar posiciones en Chapineros y esperar al Amor, pero lo vivido horas antes… Tremendo
dilema. Volví a ver la cofradía de San Juan de la Palma antes de dirigirme a Álvarez Quintero y ser engullido por un
cortejo, casi silente, de pequeñines
a los que sólo la ilusión les impedía echarse en brazos de sus padres, cuya particular
estación de penitencia es más patente cuando todos los nazarenos son niños y es
noche más que cerrada.
Penúltimo
hallazgo: el Amor se hace verdaderamente poderoso en
la calle, más cuando puedes verlo y sentirlo cerca, pegado a sus respiraderos,
levantando la vista hacia su grandeza y descubriendo que fue concebido para ser
derramado así entre nosotros.
Último: ¡Qué delicia para los sentidos la finura
del palio del Socorro y el buen
gusto que rezuma el repertorio musical que la acompaña!
Ya de vuelta a casa: “No, al final, como
todos los Domingos de Ramos, con dolor
de pies. Me ha gustado tela este día. Verlo con todas las cofradías tiene
que ser maravilloso. Pues nada. El año que viene contribuiré, si Dios quiere, a
que sea así volviendo a ponerme mi túnica blanca en mi cofradía de la Paz”.
Amén.
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