lunes, 2 de abril de 2012

Un maravilloso descubrimiento tardío

Aún abatido por lo sucedido en el Porvenir, el cronista de Sevilla Post, nazareno del Señor de la Victoria, fue literalmente echado a las calles con el encargo de hacer una crónica especial. Todos saben ya las no salidas y la barbaridad de la Hiniesta, pero ¿cómo es descubrir el Domingo de Ramos con treinta años de retraso?

La primera sensación en la calle era de tristeza. Domingo de Ramos es hablar de sol, luz y alegría y lo que se respiraba en la ciudad era todo lo contrario. Claro que si fuera como debía, ahora mismo no estaríais leyendo esto.
Además, particularmente reconozco cierto despiste…
Decir que la Estrella salía y dirigirme a Triana fue todo uno. Quería ver al Señor de las Penas con luz y –la cabra tira al monte– con la torre Pelli al fondo. Un puente atestado de gente lo recibió con cariño y pudo comprobar la finura de un misterio de otro tiempo con sus lirios morados. El palio… Mejor de noche.
El Señor de las Penas atraviesa el puente de Triana.
Al fondo, la torre Pelli,
El segundo objetivo era San Roque y, consecuencias del despiste de inexperto, una bulla me condenó a verlo en el Duque. El palio… Mejor de noche.
Con tiempo de sobra, en Conde Torrejón pude disfrutar del cadencioso andar de la Cruz de Guía de San Juan de la Palma. Algo me hizo estremecerme cuando vi a lo lejos las túnicas, blancas también pero tan distintas… No sé, un punto de Amargura… ¡Claro! Eso debe ser.
Justo cuando trataba de ordenar mis recuerdos sobre el Santo Entierro Grande de 2004 apareció el Silencio Blanco. Me pareció más humilde que entonces y, tal vez por eso, más poderoso, tanto que hizo desaparecer el palacio, los naranjos y a la mucha gente que allí había.
La luz estaba yéndose y la anochecida era de primavera sevillana de libro: Ni fresca ni lo contrario, sosegada tras la confusión de las horas previas, con el aire limpio y perfumado. ¿Se podía estar más a gusto?
El palio apareció en el cuadro casi de puntillas. Con Soleá dame la mano, la Virgen repartió dulzura entre los que allí estábamos para, discretamente hermosa, seguir a su Hijo.
Pregunta contestada.
Con la preocupante idea de estar pasando un buen Domingo de Ramos y la noche ya cerrada, era la hora los palios. El de Gracia y Esperanza salía de la Catedral y me regaló otro momento maravilloso cuando entró en la cuesta del Bacalao con A Ti Manué.
La inexperiencia volvió a jugarme una mala pasada, ya que me encontré con que la única que me quedaba, el Amor, estaba, inacanzable, por Orfila y Cuna: “¿Qué hago? Uff. No tendré más días como éste…”
Nazarenos de la Paz abandonan el Porvenir tras
suspenderse la estación de penitencia.
Recordé que un amigo, habitual en las mañanas del Porvenir, escolta con bocina a la Cruz de Guía de la Estrella y me dispuse a ejercer de amigo del nazareno: ofrecimiento de agua, algo de charla para distraerle… Otro buen rato, que se completó con dos nuevos descubrimientos: hay más cofradías que atraviesan el Postigo el Domingo de Ramos y la Plaza del Triunfo es más Patrimonio de la Humanidad cuando pasa por allí la Estrella.
Sólo me quedaba el Amor, cuyo palio entraba en esos momentos en la carrera oficial. Las bullas en los alrededores de la cuesta del Bacalao podían ser tremendas (dúo de Placentines), así que opté –aquí sí vale la experiencia– por tirar por Alcazaba, Ángeles, Abades, y el final de Argote de Molina hasta llegar a la Cuesta del Rosario. Viendo la que había allí liada, otro nuevo rodeo me dejó en el Salvador, pero por la Plaza del Pan y Córdoba (la calle ;-) ). La Cruz de Guía de la Amargura no tardó en aparecer en Villegas procedente de Francos y enfiló Cuna con celeridad.
Era buen momento para tomar posiciones en Chapineros y esperar al Amor, pero lo vivido horas antes… Tremendo dilema. Volví a ver la cofradía de San Juan de la Palma antes de dirigirme a Álvarez Quintero y ser engullido por un cortejo, casi silente, de pequeñines a los que sólo la ilusión les impedía echarse en brazos de sus padres, cuya particular estación de penitencia es más patente cuando todos los nazarenos son niños y es noche más que cerrada.
Penúltimo hallazgo: el Amor se hace verdaderamente poderoso en la calle, más cuando puedes verlo y sentirlo cerca, pegado a sus respiraderos, levantando la vista hacia su grandeza y descubriendo que fue concebido para ser derramado así entre nosotros.
Último: ¡Qué delicia para los sentidos la finura del palio del Socorro y el buen gusto que rezuma el repertorio musical que la acompaña!
Ya de vuelta a casa: “No, al final, como todos los Domingos de Ramos, con dolor de pies. Me ha gustado tela este día. Verlo con todas las cofradías tiene que ser maravilloso. Pues nada. El año que viene contribuiré, si Dios quiere, a que sea así volviendo a ponerme mi túnica blanca en mi cofradía de la Paz”.
Amén.

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