Finaliza la campaña electoral más descafeinada que uno recuerda, más
incluso que la de 2000, cuando Almunia anticipó que en el PSOE se podían dar
casos como este que ha repetido Rubalcaba, aunque sin sainete de primarias rectificadas.
Esta vez el sainete fue de no celebradas.
Lo normal es que recién llegado el lunes Mariano Rajoy sea el
presidente electo y la incógnita es saber cuánta diferencia le va a sacar el PP
al PSOE. Se puede dar por segura incluso la mayoría absoluta, aunque aquí
preferimos ser cautos.
El candidato del PP se ha dedicado a no desvelar abiertamente esas
medidas a las que ha aludido como necesarias o “que Dios manda” por miedo a
perder votos y el del PSOE a ejercer como líder de la oposición intentando que
las cuente o contándolas él mismo a rebufo de lo que decían otros dirigentespopulares en algo que ha parecido una estrategia medida y meditada. Resultado:
en la campaña tanto uno como otro han hablado del futuro gobierno del PP.
Especialmente patético fue ver a Rubalcaba el jueves en Cataluña,
agarrándose de nuevo al discurso del miedo a la derecha, tan obsoleto como
difícil de olvidar para un partido que ha cimentado en él su acción política
desde tiempo inmemorial.
Dicho todo esto nos centramos en lo realmente interesante: Andalucía.
Apuntábamos al inicio de la campaña que ésta miraba de reojo a San
Telmo y así ha sido, ya que los inminentes comicios andaluces no han dejado de
estar presentes.
Cobra un interés cercano al morbo lo que ocurra con los doce diputados
de Sevilla, provincia donde el PSOE jamás ha perdido y en la que hemos podido
ver sorpresivamente al histórico (demasiado) Alfonso Guerra volviendo a echarse
a la calle e incluso tirando de su habitual –y ajada– mordacidad, ejemplos
palpables de lo poco claro que el partido y él mismo lo ven.
Es muy difícil que el PSOE pierda en Sevilla, aunque sí es posible que
de los 8 diputados que sacó en 2008 pierda dos en favor de IU y PP para
dejarlos con 1 y 5 respectivamente.
Y refiriéndonos a toda la comunidad, los resultados del domingo son
fácilmente extrapolables como referencia para las autonómicas y para saber
cuánto le falta al PP para ganar por primera vez o cuánto para lograr la mayoría
absoluta que necesita para gobernar.
Y si resulta que esa extrapolación barre al PSOE, ¿en qué situación
quedaría Griñán? ¿Debería tardar mucho en convocar las autonómicas? La realidad
sería un presidente de un gobierno andaluz deslegitimado por las urnas andaluzas, que
salvó los muebles momentáneamente por la no coincidencia electoral y en una
incómoda situación de interinidad.
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