martes, 18 de enero de 2011

De vender coches de lujo a aparcarlos con 'gorrilla'

Antonio apareció hace unos diez años por un barrio residencial de Sevilla. Nunca allí había habido gorrillas y sorprendió su presencia. Con el aspecto ajado de este tipo de personaje, más sorprendieron, sin embargo, sus educados modales, locuacidad y atenta forma de dirigirse a vecinos y transeúntes, lejana a la habitual de los aparcacoches.
Otros detalles llamaban aún más la atención, como saber distinguir un tipo de reloj que llevaba quien le daba una propina o su conocimiento sobre muchos de los coches que aparcaba. Los vecinos sacaron la conclusión de que Antonio tenía que tener una historia detrás…
Resulta que el anterior destino de este singular personaje estaba relacionado también con los coches, pero en el extremo opuesto: era vendedor de Mercedes en Marbella y, a decir de los que lo conocieron en esa época, un buen vendedor.
Él mismo recuerda, con mucha naturalidad, épocas pasadas: “Yo nací en Barcelona en 1946, pero al poco tiempo mi familia y yo nos fuimos a Madrid. Vivía en la calle Farmacia, junto a Hortaleza, y fui a los Escolapios de San Antón. Me matriculé en Ingeniería Agrónoma…”
Asegura que fue amigo de Florentino Pérez, presidente de un equipo de fútbol,  durante su etapa escolar –“era vecino mío, su familia tenía una perfumería que se llamaba Shangai”– y que tuvo una infancia feliz, tanto en el centro de Madrid como en una reconocida urbanización de las afueras a donde se trasladó posteriormente.
“Monté una tienda de flores y cuando la cerré empecé a trabajar en el automóvil vendiendo Mercedes. Por esa época me casé. Tengo un hijo”.
Su ex mujer –de una acaudalada familia de León– sigue viviendo en Marbella y reacciona con cariñoso interés cuando se le comenta que el motivo de la llamada es hablar de Antonio. Corrobora todo lo contado anteriormente (excepto lo de Pérez, “no lo sé, no lo conocía en esos momentos”) y comenta que tuvieron una separación porque su marido tenía problemas con el alcohol. “Yo me marché a Marbella, monté un negocio y él vino después. Fue a primero de los ochenta. Se trató el alcoholismo. Nos reconciliamos. Vendía coches y ganaba muchísimo dinero, la verdad es que siempre ha vivido muy bien. Es una buena persona que tiene un grave problema”.
Antonio siguió vendiendo coches de lujo y cuenta que hizo un negocio que le cambió la vida.
“Yo tenía mucho dinero y no me faltaba de nada. Una gran casa, coche, viajaba en una avioneta particular. Le vendí unos coches a un turco que se movía por Marbella. Hice migas con él, me presentó a un amigo colombiano y me metí en la droga. Ahí cambió todo. Primero cocaína, luego heroína…”.
Lo que vino después es una historia común a los que sufren esta adicción. Venta de lo que tienen, de lo que tienen los que le rodean, ruptura familiar, robos, tráfico…
Tal vez avergonzado, Antonio omite esto último antes de contar que llegó a Sevilla para tratarse en REMAR, aunque lo dejó al poco tiempo. Entonces aterrizó en el barrio donde vive.

“Aquí estoy muy bien. Vivo en una casa abandonada que hay unas calles más allá y me llevo bien con los vecinos”. Una vecina, que se dedicó no hace mucho a la política, lo llevó al programa de tratamiento de drogodependencias y “ahora estoy con la metadona, no he vuelto a consumir droga”, asegura.
Sorprendentemente, dice que “ahora me encuentro mejor que cuando vivía en Marbella. Yo era un gilipollas que sólo quería dinero y dinero y dinero. Con todo esto he mejorado interiormente y me gusta. No sé si me ha merecido la pena, pero el caso es que ahora no tengo dinero ni casa ni coche ni viajo en avioneta, pero soy feliz, así que estoy planteándome qué camino tomar ahora…”

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