
Las populares y plastiqueras Sancheski se llevaban la palma y convivían
en los patios de colegio con otras de más alta alcurnia, de madera, grandes y
anchas ruedas…
Pues en esa época, Diego, nuestro protagonista, se subió a una tabla y
aún sigue ahí.
Si alguno de ustedes tiene ocasión de pasear por el centro a primera
hora de la tarde, acérquese hasta la fachada
principal de San Telmo. En la explanada podrá ver a Diego mostrando sus habilidades.
“Vengo aquí todos los días, mi vida es esto. Amanezco a eso de las
cinco de la mañana porque trabajo en Lipasam. Cuando acaba la faena me voy a
casa, me preparo la comida –es que estoy separado y vivo solo, ¿sabes?– y luego
me vengo aquí a practicar”.
A sus 45 años se le ve contento y feliz con su actividad y con el
sitio donde la realiza: “Vivo en Triana y he ido a muchos sitios donde se está
bien, pero desde que arreglaron esto…”
Sin embargo, no quiere ni oír
hablar del skate park porque entiende que las instalaciones no son
adecuadas. “En Málaga hay uno estupendo, cerrado y cuidado. Este es un
desastre, está siempre lleno de arenilla y es muy fácil caerse. Yo me caí una
vez allí y no creo que vuelva. Zoido me conoce y me dijo una vez, antes de las elecciones, que quería
hablar conmigo para ver qué se podía hacer, pero todavía lo estoy esperando…”
Diego no sólo practica el skateboard sino que también da clases y
fabrica tablas.
Tiene 4 alumnos, tres niños de corta edad y otro más ¡de 40 años!
“Yo tengo más de 40 tablas y una clientela fija que me compra
habitualmente. Además, hay gente que me llama para preguntarme. La más especial
es una de 2 metros
de larga como las que se ven en las
playas, con remo, pero para el asfalto”.
La de 27
pulgadas como la de la foto están entre 175 y 200 euros,
aunque también las hay más caras. Las de 2 metros , a 500.
Y sí, también la crisis existe aquí…
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