Jordi-Agustí Piqué Collado es monje benedictino del monasterio de Montserrat y estuvo en Sevilla hace algunas semanas para dar un concierto
de órgano en la Catedral. Su perfil intelectual provoca que se haga
difícil verlo practicando la monacal vida contemplativa, y él aclara que San Benito dijo que ésta se tenía que alternar con el trabajo.
Y en eso está.
Jordí-Agustí Piqué, ante el órgano de la Catedral de Sevilla |
De septiembre a febrero imparte clases de liturgia en Roma. De febrero
a junio, de teología dogmática en Barcelona. Es frecuente verlo dando
conciertos por Europa y, lo más llamativo, conferencias a altos ejecutivos de
empresas europeas sobre ‘Comprensión de la organización’.
“No tiene que ser extraño. Los benedictinos somos especialistas en
esta materia. Llevamos más de 1.000 años haciéndolo”.
Siendo habitual que intercambie ideas con personas que conviven con la
crisis en la que estamos sumidos, nos aventuramos a pedirle una solución. Lejos de echarse atrás, responde con pasmosa seguridad: “Debe
hacerse a través de las personas, no del euro. San Benito destacó la Humanitas, construir la persona desde
dentro, humanamente. A partir de ahí podremos reconstruir Europa”.
Jordi abunda en el asunto cargándose de razón (“los benedictinos hemos
construido Europa; como te dije llevamos más de 1.000 años haciéndolo”) para
poder argumentar: “San Benito, en esta situación, invitaría a la experiencia
monástica, equilibrar la persona con Dios, el trabajo y todo lo demás para
calmarse y sosegarse… Un paréntesis, una especie de jubileo. Luego llegaría la
hora de reconstruir”.
- Y eso ¿lo entenderían los mercados?
- Sí, porque si no lo hacen por las buenas acabarían entendiéndolo por
las malas cuando llegara el crack. Como pasó en 1929. Europa no se construyó
económicamente sino humanamente y ese es el camino que hay que retomar.
Celos profesionales
Jordi-Agustí Piqué pasa mucho tiempo de su vida fuera de Montserrat,
algo que sin duda le diferencia de sus compañeros de comunidad.
En Montserrat. |
“La vida contemplativa es hacer de la vida cristiana la vida
cotidiana, pero San Benito, repito, nos dijo ora et labora y eso lo hacemos en función del carisma, lo dones,
las necesidades… La clave es el discernimiento”.
Aquí juega un papel principal el abad, quien, en este sentido,
tiene que saber qué es lo que más le conviene a la comunidad –organización– y
lidiar con los posibles celos
profesionales.
“La vida comunitaria siempre es superior a la de cada uno.
Recientemente fui invitado a ir a Moscú y las actividades en la comunidad me lo
impidieron. Por otra parte, quiero resaltar que somos del monasterio de
Monteserrat y salir de él puede suponer una ascesis, un esfuerzo”.
Sobre los posibles celos: “La envidia es humana, pero hay que
canalizarla. El que la provoca, con humildad, porque sin la comunidad no
podría. Otros están allí haciendo mi trabajo. El que la siente, entendiendo que
le hago un bien a todos. Hoy comentarán que doy un concierto en Sevilla, pero
lo hago como servicio a Montserrat. La ausencia de problemas de este tipo es el
fruto de un discernimiento de la comunidad” bajo el mando del abad.
La charla deriva por otros derroteros y nos lleva a la comparación
entre la clausura y la vida contemplativa y trabajadora benedictina: “Los
monjes benedictinos hemos construido Europa y eso no es posible estando
encerrado. Eso sí yo vivo en Montserrat, allí moriré y allí me
enterrarán”.
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